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BEBIDAS

Apasionadas

Juntamos a cuatro mujeres apasionadas, quienes desde sus diferentes roles en el mundo del vino y el pisco en el Perú, nos cuentan sus historias y lo apasionante que es trabajar en un entorno donde nunca se deja de aprender. Desde la mirada de una catadora de pisco, una comunicadora del vino, una jefa de planta y una gerente comercial, nos sumergimos en este mundo, y descubrimos esa especial sensibilidad que caracteriza al género femenino, y donde resalta ese “sexto sentido”.

Marianella Ávila

Jefe de imagen de Tabernero y Catadora oficial de pisco

“Toda mi vida he luchado por difundir el consumo del pisco. Hasta las lágrimas se me salen de ver cómo ha evolucionado”.

Marianella proyecta una simpatía muy natural, es full energía y como profesional en el mundo del pisco y el vino ha logrado mucho. Nació en Chincha en el seno de una familia productora; pasó la mejor época de su vida en la bodega de su abuelo, de quien siempre fue la engreída pues fue la única que siguió sus pasos. Entre cosechas y vendimias aprendió a amar al pisco y desarrolló esa peculiar habilidad que le ha dado tantas satisfacciones en su vida: catar.

Creció siendo una apasionaba de todo lo que envolvía al mundo del pisco, así que cuando terminó el colegio tenía claro lo que quería hacer; seguir los pasos de su abuelo. Se vino a estudiar a Lima, pero la decepción llegó muy rápido cuando se dio cuenta que habían pocos lugares donde formarse y aplicar sus conocimientos. Comenzó a tocar puertas y se le presentó la oportunidad de capacitar al personal de algunos restaurantes con catas de pisco. Fue entonces cuando se ganó una beca para estudiar un curso de Enología y Viticultura en la Universidad de Bologna, Italia, y sin pensarlo dos veces partió. Después de un año fuera regresaría pero no por mucho tiempo. Partió a Argentina para estudiar, pero regresó antes de lo pensado para seguir en lo suyo. El pisco.

“Toda mi vida he luchado por difundir el consumo del pisco… Hasta las lágrimas se me salen de ver cómo ha evolucionado”, cuenta emocionada Marianella, quien desde hace unos años trabaja como jefa de imagen y cuentas claves de Tabernero. Sin embargo, comenzó en Viñas de Oro organizando eventos y catas guiadas. Fue por esos tiempos cuando Jhonny Schuler la llama para ser parte de su club de catadores de pisco. La experiencia fue intensa y se impuso a un mundo dominado, hasta ese momento, por varones. Esto le dio ánimos para especializarse y convertirse en catadora oficial de pisco.

Desde ese momento ha viajado mucho al extranjero y a recorrido casi todo el Perú capacitando y enseñando las bondades de nuestro destilado, pero es consciente que falta mucho por hacer. “El gobierno debe apoyar más a este rubro… Falta más difusión, sobre todo en provincias alejadas donde aún no conocen ni consumen pisco”, afirma. Como buena conocedora, Marianella es consciente de esto y mucho más. “En nuestro país existen muchas bodegas artesanales que hacen muy buen pisco a pequeña escala. Sin embargo, no tienen medios para difundirlo o comercializarlo, creo que es necesario una entidad que los agrupe por zonas o regiones”.

“Hace 15 años no existía el consumo del pisco, salvo en zonas productoras pero en el resto del país era casi nula… ahora ha crecido muchísimo, los consumidores ya llegan a las reuniones con una botella de pisco, en matrimonios ya se sirve pisco y en las góndolas de los autoservicios se exhiben diversas marcas. Y algo que he notado últimamente es que en las cartas de algunos bares se especifica la marca y la variedad de pisco que lleva el coctel, ¡eso es un buen indicativo de que el consumidor va evolucionando!”.

Y cuando le preguntamos por el papel que cumplen las mujeres en este rubro, la emoción aumenta y sostiene que jugamos un rol importante, sobre todo en la producción; “algunas pequeñas bodegas tienen a una mujer a la cabeza y hacen pisco extraordinario… además es sabido que desarrollamos mejor los sentidos que involucran una evaluación sensorial”.

Marianella es mamá de dos niños y además esposa; el reto de trabajar en el mundo enológico no ha sido fácil. Se ausenta mucho de casa pero el tiempo que pasa en familia es aprovechado al máximo y la recompensa es grande pues ellos saben que tiene la suerte de trabajar en lo que la hace feliz.


Soledad Marroquín

Comunicadora del vino y pisco

“El mundo del vino y el pisco me ha dado una sensibilidad que pensé que no tenía, me abrió las puertas al universo de los aromas y sabores”.

Su llegada al mundo del vino no fue casual, y es que la pasión por el vino le viene de casa. “Mi madre es chilena y la costumbre de tomar vino siempre ha sido frecuente. ¡Hasta ahora se toma una copa de vino en el almuerzo todos los días!”, nos cuenta. Además, un día, Cristina Vallarino –enóloga, amiga y compañera de trabajo de Sole-, la invitó a una cata donde conoce a un importador español que le pide que lo asesore. Así, como quien no quiere la cosa, empieza su camino en este mundo del vino y los espirituosos.

Fue en ese ínterin, que junto con Cristina, se les ocurre que debían hacer un programa de televisión de vinos. Así, nace “Entre tintos y blancos”. Luego llegaron algunos más. “Por años Cristina y yo fuimos una buena dupla y aprendí mucho de ella… Hasta ese momento yo era empírica en el tema, leía mucho sobre el vino y estaba en muchas catas”. Fue ahí, en aquellos entrenamientos, donde aprendió mucho más de aquel arte del que se enamoró, para dedicarse a él hasta ahora. Recuerda que fue con su “partner”, en ese entonces, con quien tomó su primer syrah francés que la marcó hasta hoy.

Soledad recuerda que por esos años -en 1995- que la llamaron de la Universidad San Martín de Porres para ser directora del aquel entonces Instituto del Vino. “Me llamó la atención que la carrera de Sommelier solo tuviese dos horas dedicadas al pisco y ocho al vino peruano…”. De ahí, su ímpetu por diseñar una nueva currícula y proponer la carrera de Catador de Pisco junto con Jorge Llanos. “¡La carrera fue un éxito!”, cuenta orgullosa. Y es que para Sole, como la llamamos los amigos, la educación es apasionante y se considera una profesora frustrada.

Según ella, la mejor lección la aprendes en la cancha, entrenando todos los días y leyendo siempre; en su casa nunca falta un libro que la forme y la nutra. De la mano de esta preparación llegaron las publicaciones y hace poco la segunda edición de la guía “Dos Mujeres, Cientos de Vinos 2014 y 2016”, donde ha probado casi 500 etiquetas con su aliada, ya hace unos años, Claudia Eraso. Y es que para Sole ésta es la mejor práctica. “No todos tenemos capacidad para catar, hay que desarrollarlo, entrenarse; todos podemos tomar pero no catar”.

La vida le ha dado mucho como comunicadora del vino; desde sus inicios en la televisión y luego en medios escritos, incluyendo Sommelier, siempre ha sido una aventura para ella. La ha llevado a convertirse en una de las pioneras en el medio y a pensar que “se necesita más gente que comunique pero con objetividad”. Ese es uno de los principales retos. Dejar de lado el corazón y ser imparciales. Batalla que nos toca librar más a las mujeres. Pues, sin duda, somos más emocionales y apasionadas. “Y sí, las mujeres somos más dedicadas, concentradas, apostamos más por el producto que por uno mismo”, agrega.

“El mundo del vino y el pisco me ha dado una sensibilidad que pensé que no tenía, me abrió las puertas al universo de los aromas y sabores…”. Casi 15 años de vida en este mundo le dan la libertad de reflexionar y preocuparse por algunos temas que seguro no solo le quitan el sueño a ella. “¿La importación de vino a granel y de alcohol vínico? ¿Quién se pregunta por eso?”.

El año pasado obtuvo el título de Analista sensorial por la Escuela española de Cata y actualmente es miembro de la Unión Peruana de Sommeliers (UPS). Admite que se identifica más con el vino, que le tiene pasión y admiración, y que al pisco le tiene cariño, pero lo mira con pena y algo de esperanza. “El peruano no bebe mucho pisco, nuestra cultura de beber es muy básica aún. Aunque poco a poco está cambiando”. Además, es una convencida de que nos falta difundir más y mejor el pisco, “abrirle el pensamiento y el paladar a la gente”. Para ella, lo ideal sería que pudiéramos salir a tomar una copa de vino o pisco o un chilcanito después del trabajo. “¡Solo una copa! Un pisco tonic, ¿qué tal?”, nos pregunta.


Rosa Revilla

Jefe de Producción de Santiago Queirolo

“Me identifico con el vino y el pisco… Veo mucho más conocimiento e interés de parte del consumidor y siento que ya nos podemos guiar un poco más de ellos”.

Hace 16 años llegó a Queirolo para trabajar en la planta de envasados; fue el mismo Santiago Queirolo quien le dijo que necesitaba un jefe de planta cuando fue a recoger su certificado de prácticas y al día siguiente regresó para quedarse hasta hoy. En estos años se perfeccionó y estudió la carrera de Sommelier y Cata de pisco en el IDVIP; confiesa que el mundo del vino le apasiona porque siempre hay algo que aprender. Rosa es súper deportista y dinámica, está hecha para su trabajo.

Estudió Industrias Alimentarias en la Universidad Nacional Agraria La Molina, es la única mujer de 5 hermanos hombres y afirma que siempre hay que ser cauto pero que hay pocas cosas que le dan miedo. Ha tenido el privilegio de crecer junto con la Bodega; hoy se siente orgullosa de lo que es y de lo que ha alcanzado de la mano de los Queirolo. Se ha adaptado al trabajo de una empresa familiar, “que es muy especial”, sostiene, pero ha sabido sacarle provecho. Hoy, los Queirolo son como su familia y la confianza que depositan en ella no tiene precio.

Tiene a su cargo 100 operarios y es una apasionada de su trabajo. Es de las que hacen varias cosas a la vez -como muchas mujeres- y mientras trabaja en la planta de envasados en Pachacamac, su cabeza está en la planta de Ica, en si hay que reparar alguna máquina o si tiene algo pendiente con sus hijos. Y es que Rosa es madre de dos hijos; la maternidad la ha acompañado en todo el tiempo de trabajo en Queirolo y ha sabido llevarlo muy bien. Sus hijos han crecido en la bodega; los llevaba al trabajo y los entretenía con lo que podía con tal de estar con ellos.

“Santiago siempre me puso asesores extranjeros con los que aprendí mucho. Siempre quiso que sea enóloga, pero la maternidad no me dio tiempo… Igual, yo feliz; hago de todo un poco en la planta, además me encanta”. Afirma. “A lo largo de estos años he trabajado de cerca con los hermanos Queirolo, y con todos los enólogos invitados… les he sacado el máximo provecho”. Rosa es camiseta y en la cancha es la que hace los goles. Es los ojos de los Queirolo en la planta y la confianza depositada en ella es algo que valora y la incentiva a querer más lo que hace.

Afirma, sin titubear, que las mujeres aportamos mucho a la industria del vino y el pisco en nuestro país. “Somos muchas las mujeres en Queirolo”, agrega. “Somos más minuciosas y apasionadas… Además, tenemos la capacidad de hacer varias cosas a la misma vez”. Rosa tiene un grupo de cata, amigas con las que se junta cada 15 días; ama el vino pero le huye a la exposición y a los reconocimientos. Lo suyo está detrás de cámaras, en la cancha. “Me gusta el vino y en mi casa nunca falta. Soy de andar probando y encargar etiquetas… Además, pruebo y cato vino todos los días en el trabajo, no es solo por placer; ese es mi mejor entrenamiento”.


María del Pilar Granda

Gerente comercial Tacama

“El mundo del vino me ha dado la oportunidad de entrar a lo comercial que es a lo que quiero dedicarme toda mi vida”.

Mapi, como todos la llaman, estudió Administración de Empresas en la Universidad de Lima y por un tiempo se dedicó a las finanzas y a la contabilidad. Todo cambió cuando al finalizar su MBA en el PAD (Escuela de Dirección) de la Universidad de Piura reconoce que lo suyo era lo comercial y que ahí se vería el resto de su vida. Su decisión la llevó a postular a un puesto que ofrecía YICHANG. Así, empieza su periplo por el mundo del vino y los espirituosos. En 2008 entra a trabajar como Brand Manager de Concha y Toro. A pesar de no tener experiencia en lo comercial Mapi se impuso con su seguridad y confianza en sí misma, y pronto fue promovida a Gerente de la división de vinos y licores. Fue ahí cuando despegó.

Luego de cinco años llega a Tacama con una maleta cargada de retos para reorganizar el área comercial. “Me gustó el reto que representaba que una bodega peruana del prestigio de Tacama quisiera mejorar su performance en el mercado local y dar un paso adelante. Era dar un cambio total desde el punto de vista comercial, logístico y de distribución… Así que lo asumí”. El mérito es todo de ella; de su ambición e inteligencia. Y es que Mapi es una mujer con proyección. “Me he capacitado y viajado mucho; ahí catando me he entrenado… siempre es bueno entrenar porque el mundo del vino no se acaba nunca”.

Según Mapi, la mujer ha aportado una sensibilidad especial a este rubro. “Vender, en especial vinos y espirituosos, que son productos con vida propia, requiere de mucho detalle y minuciosidad… atributos que solo las mujeres tenemos… El vino son momentos, experiencias, y la mujer es experta vendiéndolos”.

Mapi es tímida, pero admite que en el trabajo se transforma; tiene a su cargo toda la fuerza de ventas de la empresa y trabaja codo a codo con los propietarios. Su opinión tiene gran valor para Pedro y José Antonio Olaechea, quienes han depositado su confianza en ella y han encontrado en Mapi un excelente feedback. Sus opiniones pesan, importan. Es el rostro detrás de las campañas de marketing; es quien le da vida a los productos en la cancha. El cariño por la marca y por su trabajo es evidente. Y vaya que hay mucho por qué sentirse orgullosa. Es consciente de que la penetración del vino en el mercado local es aún muy baja pero sabe que tiene mucho potencial por desarrollar.

No solo es líder en el trabajo, en su casa también lo es. Es madre de un pequeño que le roba su amor diariamente. Ha sabido balancear sus labores de madre y mujer ejecutiva, y ha logrado desarrollarse en una empresa con una tradición familiar de mucha historia. Lo que la inspira y motiva mucho más.

En casa tiene una cava que siempre está llena. Le apasiona su trabajo. “El mundo del vino y el pisco me ha dado la oportunidad de entrar a lo comercial que es a lo que quiero dedicarme toda mi vida; no hay nada como ir feliz a trabajar todos los días. Mi trabajo es de hormiga pero lo veo con mucho potencial”. Disfruta mucho llevando a la gente a la bodega y verlos conocer la experiencia del vino de cerca.


Por Margite Torres P. / Fotos Paola Flores

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