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La historia familiar detrás del valle de Leyda

María Paz Garcés Silva es principalmente madre de 7 hijos, además de socia y directora de Garcés Silva Family Vineyards. Junto a sus hermanos y sobrinos preside una de las bodegas pioneras en el valle de Leyda en Chile.


Amena y conversadora, compartimos un almuerzo donde además de volver a reencontrarse con Lima y sus sabores, por supuesto, también degustamos sus vinos. Esta vez probamos Boya, una línea más fresca y descontracturada, pero fiel a su origen, que mantiene esa expresión tan auténtica que nos tiene acostumbrados Garcés Silva. 

Cuéntanos un poco sobre tu familia, pionera en el valle de Leyda.

Somos una bodega familiar, mi padre tenía un campo en Leyda, en el valle central de Chile, frente a la costa. Por eso nosotros hablamos de ´viñedos con vista al mar´, que amanecen y se duermen mirando el mar; no tenemos nada natural ni artificial que nos proteja de la neblina o vaguada costera, son viñedos que reciben toda esa masa fría del mar que viene de la Corriente de Humboldt.

El valle de Leyda nace cuando nosotros, junto a otras familias, logramos romper la barrera de entrada al valle trayendo agua del río Maipo para regar. En 1999 plantamos las primeras variedades blancas, dando a conocer al mundo un estilo de vinos totalmente distinto al que se conocía de Chile, más acostumbrado a vinos tintos de variedades Carmenere y Cabernet Sauvignon. En el año 2002 nace la primera línea con Amayna y más tarde Boya.

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Acidez, salinidad y mineralidad. ¿Qué nos puedes decir de estos tres componentes que definen la personalidad de tus vinos? 

Los 14 kilómetros que nos separan del Océano Pacífico nos brindan una leve brisa marina que además de bañar los viñedos aportando cierta salinidad, barre el exceso de humedad, actuando como regulador térmico, y permite una lenta maduración de las uvas, logrando un máximo potencial frutal. Si a esto le sumas estaciones bien marcadas y una baja amplitud térmica, obtenemos vinos frescos y de alta acidez. Nuestros suelos son de rocas graníticas y de textura franco arcillo arenosa, y de baja fertilidad, lo que nos permite obtener uvas de gran concentración, que aportan mineralidad y taninos suaves y elegantes a nuestros vinos. 


¿La expresión del lugar los caracteriza? ¿Cómo lo logran en sus vinos?

El terruño aporta un gran porcentaje en el resultado del vino. Nosotros estamos enfocados en hacer vinos lo más naturales posibles, tratamos de que sean honestos, que expresen el lugar de origen que habla de una zona con mucha influencia marina. Para ello, primero que nada, trabajamos solo con uvas propias, con lo que el lugar nos da. Ahí tenemos una diferencia importante con respecto a muchas otras bodegas de Leyda que compran las uvas a terceros y en botella.  

Después viene el proceso de cosecha, que también es fundamental. Nosotros no cosechamos por calendario, hacemos, evidentemente, un análisis de azúcar, pero principalmente probamos la uva y en conjunto con los análisis químicos, el enólogo decide qué cosechar, cuándo y qué día.

 

“No corregimos vinos, trabajamos con lo que tenemos. Nuestro lema es trabajar con uvas propias, con lo que se da bien en la zona. Buscamos expresar el lugar, elaborar vinos que tengan alma, con un relato, manteniendo la calidad y el estilo”. 


¿En qué consiste el manejo sustentable de la bodega?

Nosotros trabajamos lo más sustentablemente posible. Hemos estudiado nuestras tierras para proteger su flora y fauna natural. La viña se ha adaptado al terreno, interviniendo lo menos posible el ecosistema. Aprovechamos las bondades del valle para lograr una producción más orgánica, con la mínima utilización de químicos. Eso se refleja también en la bodega cuya arquitectura nace del entorno y evoca suaves lomas que hacen que el vino decante solo por gravedad, lo cual potencia sus características. La bodega es muy luminosa naturalmente y eso nos permite trabajar con poca electricidad. 

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Háblanos de Amayna y Boya

Comenzamos con Amayna, que son vinos más maduros, con mayor porcentaje de barrica y un poco más de alcohol. Tiene sus seguidores, la gente los identifica. Pero nos dimos cuenta de que había una tendencia en el mundo por vinos más frescos, con menos grado alcohólico y menos barrica, y ninguna de esas tres cosas podíamos hacer con Amayna. Así surge Boya, donde nos permitimos hacer todas estas cosas distintas que no podemos con Amayna. Los vinos de Boya provienen de nuestros viñedos más expuestos al mar. Son dos estilos de vino diferentes que logramos del mismo valle y muchas veces del mismo viñedo. Somos muy cuidadosos con los tiempos de cosecha. En Boya cosechamos antes, pero en ambos queremos expresar el origen y respetar el lugar.

“Boya es el desordenado de la familia, el aventurero, pero que mantiene la identidad que es el lugar de origen de la familia. Es el que le gusta correr por la orilla del mar, el outdoor de la familia”.


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