El olfato es uno de los cinco sentidos que se gestaron en los humanos como una herramienta de supervivencia. Principalmente eran utilizados para detectar un alimento que no estuviese en condiciones de ser ingerido, como así usado para oler el peligro de un animal depredador en las cercanías. En este contexto la mujer era la encargada de proteger a los niños y de realizar una selección de alimentos segura, en tiempos donde se carecía de fecha de vencimiento.

Si bien la humanidad ha avanzado, el sentido del olfato sigue estando más desarrollado en las mujeres. Entre los cientos de estudios que justifican esto, se encuentra el realizado por el ​Dr. Paul Breslin​, profesor de Rutgers University e investigador en el Centro de Sentidos Químicos de Monell. Breslin ha establecido las diferencias entre los niveles de olfacción entre hombres y mujeres. Los resultados mostraron que las mujeres en edad de criar niños podrían oler aromas en concentraciones 11 veces inferiores que los hombres. Para llevarlo a términos simples, si un vaso de agua se perfumaba con 1 gota de agua de rosas la mujer era capaz de detectarlo, con 2 también y así sucesivamente hasta que era necesario agregar 11 gotas para que fuese detectado tanto por mujeres como hombres. No significa que podamos oler más aromas, sino que nuestro umbral de percepción es menor.

Por otro lado, un estudio realizado​ por el profesor ​Roberto Lent​, del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Río de Janeiro, basado más en la parte física que de medición de percepciones, concluyó que las mujeres tienen un 43% más de células olfativas y un 50% más de neuronas relacionadas al olfato. ​No habiendo ninguna evidencia biológica que fundamente este desarrollo se cree que estuvo basado bajo la influencia de las emociones y experiencias.

Como podrán ver, las mujeres tienen una supremacía en el olfato, pero también la tienen en la generosidad, en ese sentimiento de maternidad que nos lleva a querer apapachar a la humanidad y darle cobijo a través de un plato de comida.

Por María Laura Ortiz